Después de estar confinados perimetralmente un buen tiempo, había ganas de patear. En esta ocasión, mi tocayo Jesús y un servidor, Ezules, nos fuimos a Lugros. Queríamos subir por la Dehesa del Camarate hacia la zona del Picón de Jérez. No es la mejor fecha para patear por la Dehesa, pues no se ve el bosque en su mejor color. Pero el no encontrar a nadie siempre es un buen aliciente.
Fotillos del asunto, de Jesús y Jesús.
Eso dio el sábado de sí.
Habrá que volver en otoño para ver el bosque en su color más característico.
Taotra.